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-MANUELITO "SIN MIEDO"-

De dos balazos en la cabeza, a quemarropa, acabaron hoy con la vida del traficante Manuelito. Vestía su mejor traje y de su muñeca le robaron el reloj, y también desapareció la cartera con el pisto que todo lo compra... Cargaba dólares, cientos de dólares...

La pedantería es similar a la arrogancia, el que es poseedor de dicha estupidez camina siempre sobre un pedestal de arena, a veces se hunde ante su propia imbecilidad, pero renace de sus cenizas para alzarse de nuevo sobre los pusilánimes que le escuchan y le protegen. A menudo se sumerge bajo la hipnosis del alcohol o la supremacía de la buena mota para suplir así su falta de grata autoestima, sus ojos escupen vanidad y es ésta la que, a su vez, provoca la envidia, el sentimiento más humano del reino animal.

Apareció el cadáver tirado en el arcén, camino de ciudad de Juárez, en las llantas del carro no encontraron la coca que cargó ayer. Unos chavitos lo alcanzaban con una rama de tamarindo mientras un agente de policía les recriminaba con gran pena: se terminó la mordida del traficante, del "nariz de a gramo".

Una laguna de sangre seca manchaba la tierra, sangre derramada del cáliz de la vida que ahora se marchita, que desaparece en la inmensidad del recuerdo de los que se rodearon de la mala vida, de Manuelito y del pisto que gastaba.

Y su mamá no lloró cuando le vio tendido en el suelo, sus ojos derramaron tanto sudor que ya quedaron sequitos, desconsolados por la cotidianeidad del que huyó de las manos de Dios, del que se escurrió por entre los dedos de la banalidad y de la ventura de vivir.

Y ya Manuelito dejó los ojos abiertos, sorprendido por el frío que en dos disparos le desencajó la mandíbula dejándole una expresión sarcástica, como riéndose a la vez que gritaba: "ya me mataron, sí, ahorita ya váyanse todos a la cantina a celebrarlo, pago yo!"


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