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-DEJA QUE TUS OJOS ME ILUMINEN-

La amalgama de vibrantes emociones que sienten los indeseables cuando lloran hace que tiemble la voz de Dios. Y cae ésta a la tierra en forma de desazón hiriente, traspasa la carne como un cuchillo, como una aguja, punzante, fría; corta y se detiene en el corazón, amenazante. Desafiante. Se detiene el tiempo con un … ¡basta! Y entonces uno nota que alguien le mira a los ojos y le agarra el alma: yo también fui un indeseable, y lo sigo siendo, y lo seré siempre. Siempre.

No tienes perdón manito, siente la rabia, la impotencia del que actuó erróneamente y no quiere arrepentirse porque anda ciego, y aunque lo intente siente el desaliento que lo mantiene. ¡Lucha! Cobarde…

Cuando la experiencia dicta la vida de uno, se vuelve autómata, se deja llevar por las fatalidades, evitando lo que conoce y también lo desconocido, no arriesga, más por cobardía. Con la corriente de agua que corre libre se deja arrastrar por las emociones, los sentimientos que acompañan la desidia, el alcohol insano. Escupe lo malsano que hizo juzgarte por dentro, lo que los demás siempre escondieron por no herir de muerte una amistad, lo que ahorita tú conoces tras desaparecer el vendaje que te tapaba los ojos, la familia iscariote sigue riéndose de ti, más ¿qué te importa? Judas se sentó en su trono, altivo, rozando la pedantería del que ostenta y jamás retuvo, del imbécil que creyó saber y engullió la sabiduría que guarda ahorita en el estómago, … e indigesto de soberbia mira a los demás mientras los indeseables seguimos nuestro camino.

Y es que el camino es lo que importa, ¿y qué más da? Esos ojos que me transportaron a otro tiempo se convirtieron en luz, en espíritu, en persona. El que una vez creyó amar descubrió la realidad, jamás lo hizo, pero lo hará, lo ha hecho ya. Las comparaciones no llevan a ningún lugar, deshacen caminos, los envuelven de desconfianza, discordia. Esos ojos… esos ojos… ¡qué lejos están de la muerte que todo lo acaba olvidando!

Ya no me dejes acá, postrado en la cama de este impoluto hospital repleto de desconocidos, recógeme en tu seno una noche más, no dejes que me vaya, el caminito que aparté quiero retomar, sin mirar atrás, sin reproches, disfrutando con cada detalle, con cada anécdota, con cada rincón inexplorado, disfrutando de ti, de tu compañía… de tus ojos que me iluminan al andar.

No me dejes acá.


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